Hay décadas en las que no sucede nada y luego hay semanas en que suceden décadas. Parece que ahora todo confluye: crisis, peak oil, guerra en Ucrania, economía que se recalienta en el deshielo post-COVID y una imparable conversión en un futuro que seguro que no es lo que parece pero que se parece mogollón a muchas de las predicciones de la CF clásica y no tan clásica.
Todo sobre Zanzíbar fue, quizá, la distopía ecologista de los setenta. Hoy en día el ecologismo parece ser una piedra en el zapato de la lucha contra el cambio climático, como no podía ser de otra manera dadas su conversión del origen en los setenta de una ciencia con contenido social a una pseudociencia con contenido seudoreligoso. Todo sobre Zanzíbar no predijo el futuro, nuestro futuro, sino que hizo una versión de su presente.
Sí se acercó más ORA-CLE, mucho más, a describir una sociedad de agoráfobos que obtienen los bienes que necesitan por medio de un sistema de creación de materia sospechosamente parecido a Amazon y Glovo en sus efectos. Tampoco es nuestro futuro, pero se le parece mucho.
Pero si hubo un autor al que se puede decir que acertó en lo político no fue Sterling, que se acercó mucho, sino su primo inventor de, cyberpunk, Gibson, un hombre que no era en absoluto un tecnófilo y que adivinó nuestro presente, no tanto en lo técnico-científico como en lo sociopolítico, con una claridad diáfana.
Nuestro presente es una versión neofeudal globalizadora, los restos del choque contra la realidad del sueño Randyano neoliberal en el que las grandes corporaciones han tomado la delantera a los estados y, por supuesto, a los ciudadanos. Aquí, la gente común pintamos poco, pero es que nuestros políticos elegidos tampoco tienen mucha capacidad de maniobra, marionetas más o menos subvencionadas. Los restos de ese tremendo golpazo de los creedores en el "crecimiento infinito en un mundo finito" los sufriremos en las próximas décadas.
Podríamos hablar de ello, no obstante me interesa más referirme a como se ha reflejado eso en la Ciencia Ficción. Pues hay de todo, pero, igual que pasaba en los setenta, hay un tono pesimista que predomina. Las mal llamadas distopías (o bien llamadas, el término ha cambiado de significado desde que yo comencé a oírlo) nos muestran un mundo sin opciones.
Probablemente la realidad no sea tan sencilla, quizá vivamos una mezcla de sociedad útopica, distópica, neofeudal, randyana y stalinista todo a la vez. Lo que sí parece claro es que el futuro está ya aquí. Al contrario de lo que cree mucha gente, hay espacio para soluciones y se están tomando, aunque no con la velocidad que se debiera. Entre los peligros no es el menor el desánimo. De las cosas que más me molestan son los agoreros del colapsos, los señores del "ya lo dije yo", los que dicen que llegarán los lobos y nos comerán. No porque mientan, sino porque solo cuentan parte de la película. Igual que los ecomilenaristas para los que nada está bien (la arcadia dorada es un lugar tan bonito que siempre se puede uno quejar de que no hemos llegado allí) se nos hurta el criterio, la capacidad de análisis y la perspectiva.
Y, volviendo a la CF, la perspectiva es una de sus armas más poderosas: nos alejamos al futuro para ver el presente. Aún no veo eso en la CF de ahora, pero no quiero pecar yo ahora de agorero, seguro que es la herramienta correcta para especular sobre nuestro presente, como siempre ha sido.
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