Comienza el año literario a medio gas

Para mí, y veo que para mucha gente, el año literario comienza en septiembre, después de la vacaciones. Y comienza ahora porque el verano, por muchos motivos, -entre ellos no es el menor que mis hijos tienen mucho tiempo libre y se acuestan tarde-, es un periodo de baja o nula productividad, vamos que no doy chapa, al menos en lo literario.

Y esa inactividad me lleva siempre a lo mismo, a preguntarme ¿Para qué? y siempre llego  la misma conclusión: no lo sé, pero tengo que hacerlo. Y es verdad. Tengo una lista de justificaciones que suenan hasta bien, pero no son la verdad, en todo caso no toda la verdad. Hay una pulsión, una necesidad extraña que no soy capaz de analizar, que me hace que, tras muchas vueltas, tras decirme una y otra vez a mi mismo que no merece la pena tanto esfuerzo para los réditos materiales o inmateriales obtenidos, termine por cuajarme un argumento en la cabeza y una narración en la pantalla del ordenador.

Y en eso estoy, comenzando una novela de la cuál tengo ya el argumento completo, por primera vez, diseñado y construido. Bueno,  completo, en esqueleto con algo de carne.

Y mapa, tengo mapa esta vez, aunque me da miedo dejarme la brújula en casa.

Asi que... back on the road again.

 

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